dijous, 9 de juny del 2011

OTRO RETO SUPERADO.

Ese día, como tantas otras veces, los tiritos respondieron a la convocatoria de su líder heroicamente. No les asustó el desgaste físico, las agujetas ni el riesgo de lesiones, pero si algo debe destacarse de aquella convocatoria, algo que nos permite cambiar el adjetivo “heroico” por el no menos apropiado de “homérico” es el hecho de que ese día los tiritos lucharon también contra los elementos.

La lluvia azotó sin piedad durante horas el parque Joan Miró (y alrededores) convirtiendo el trayecto de acceso a la cancha en una carrera de obstáculos. Calados hasta los huesos, con los calcetines llenos de agua, llegamos a la pista para ver con estupor que la lluvia estaba mojando ya la zona de una de las canastas. El encargado de las pistas meneaba la cabeza dando a entender que no íbamos a poder jugar. Estábamos pensando ya en saltarnos el trámite del deporte y pasar directamente a las cañas y al bocata de lacón, cuando una voz surgió de la nada y propuso: “Podemos mover la canasta”.

Quedé paralizado allí mismo al recordar un hecho traumático de mi infancia: a los once años me pasó la rueda de una canasta por encima del pie izquierdo y tuvieron que darme dieciocho puntos en el dedo gordo. Lo sé, es patético, pero imaginad lo que supone pasarse un verano entero con un vendaje ridículo en el dedo gordo e inventando historias cada vez que me preguntaban qué me había pasado. En fin, que quedé paralizado allí mismo al recordar un hecho traumático de mi infancia y sólo acerté a decir: “Cuidado con los pies”.

Inmediatamente apareció el encargado con un palitroque (desconozco el término técnico) que permitía mover la canasta sin apenas esfuerzo (y sin riesgo para los pies) y la desplazó hacia adentro. Y esta crónica es sobre el partido que se jugó en esa canasta. El otro partido lo dejo para alguien que estuviese allí (¿Herme?). Porque en nuestra canasta se pusieron a prueba aún más las dotes de adaptación del ser humano. Aquellos tiritos con los que tuve el honor de jugar aquel día, al mover la canasta perdieron toda referencia de las líneas dibujadas en el suelo.

Los negros empezaron más fuerte, para que nos vamos a engañar, aunque no entraba ninguna canasta (la próxima vez que habléis de mal de ojo hacedlo con conocimiento de causa), Pontón debajo del aro luchando por los rebotes, Ramón combinando sabiamente habilidad y velocidad, Paula estando prácticamente en todas partes, Meri ejerciendo de líder sin atreverse a tirar todo lo que debería y yo preocupado por estar a la altura después de seis meses de no jugar ni al futbolín.

Y pasó lo que tenía que pasar: años atrás, un arquitecto pensó que para cubrir una pista de baloncesto de la lluvia sólo se necesitaba cubrir las medidas estrictas de la pista, porque la lluvia cae en sentido vertical. Cualquier peón de obra podía haberle explicado por su experiencia en el andamio que la lluvia cae de arriba abajo, pero el viento es muy cabrón y la mueve. Y que además salpica. Pero se impuso el criterio del arquitecto y después de 15 minutos de partido llovió sobre mojado y al recuperar un rebote Artur, del equipo blanco, y volver a posarse en el suelo, resbaló con gran riesgo para su coxis, por lo que tuvimos que volver a mover la canasta.

La lluvia arreciaba y la pelota estaba mojada de todas las veces que salía fuera por el fondo del campo. Las líneas de referencia de la cancha se habían vuelto a mover. Eso no impidió que los blancos acabaran una exhibición de waterpolo que habían empezado los negros, con el pivot revelación de la jornada, Julio, y su manía por hacer fácil lo difícil (es un tío muy alto). Artur fue aclamado por su actuación y propuesto para el premio “¿De dónde sale este ahora?”, Inés estuvo acertada en labores de defensa y en los tiros largos y Taka demostró la eficiencia de su juego sobre mojado además de haberla demostrado ya en terreno normal.

El tanteo no fue muy impresionante y salimos con la impresión de haber lanzado cien veces y no haber metido ni un par de canastas. Pero con la satisfacción del deber cumplido.

¿Qué será lo próximo? ¿Tiritos on ice? Ahí lo dejo.

1 comentari:

  1. Absolutamento estremecedor el momento de recordar los traumas infantiles. Gallina de piel.

    Mi apoyo mas absoluto al infante destruido.

    (Psicologo tirito)

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